Coles y violetas


 Coles y violetas


Óleo sobre lienzo 40 x 50


Este cuadro está pintado dentro del contexto cuarentena primer semestre de 2021 como ejercicio de la materia de Pintura, paisaje y territorio.

Es un cuadro original que presenta un paisaje ensombrecido. Con dos regiones a tener en cuenta, el cielo que pareciera tormentoso y la región del cultivo donde nacen las sombras bajo los montañas y mueren las últimas luces del día. Los dos espacios estan divididos por una línea verde azulada que emula la línea final de árboles. Hay varios elementos en la pintura, una persona que recoge una bolsa del suelo y unas torres de luz que se proyectan desde el fondo. 

El día cae detrás de las montañas de la región metropolitana en la zona de fundos sobre la carretera que conduce a la costa. Las montañas se tiñen azules y vigilan pacientes el ocaso del día que fallece en estertores de naranjas y amarillos. La luz que baja entre las montañas se va convirtiendo en púrpura y avanza a los pies de las montañas hasta la última línea de árboles.

La cosecha de coles esta vibrante. Las de la izquierda no reciben ya el calor y se tiñen de azul. Las que aún reciben la luz reflejan el naranja y rojo del cielo.

Una mujer que está agachada en el camino recoge un saco del suelo. Una manguera ha dejado humedad en el suelo y refleja lo que queda del cielo abajo de la pintura.

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El calor está lejano, el cielo yace distante y se percibe cayendo, muriendo, transformándose en noche quizás. No obstante es un cielo turbulento, percibo el movimiento del viento y que el viento que empuja está enfriado en grises. Las torres de luz se ven vetustas, se enfrentan al día en su posición pero no estan conectadas entre sí, parecen de pie pero solitarias. Son quizás la luz de hogar, la electricidad, la tele, se ven distantes también, tomará tiempo llegar a casa. La luz del ocaso alcanza a verse reflejada en las puntas de las montañas. 

La mujer que recoge el saco es afrodescendiente. No recoge el saco. No alcanza a tocarlo. El saco es su trabajo. Quizás trabajó todo el día el jornal esquivo y va tarde a casa. El capitalismo nos obliga a  trabajar más horas para ajustarnos un sueldo que alcance. La sombra azul enlaza esa dinámica entre ella y el trabajo. Le da la espalda al día y está agachada posiblemente cansada, con frío, es un clima hostil para una mujer proveniente de Haití. Sabe que se puede adaptar, sabe hacerlo, extraña su hogar. Hay una luz encendida muy cercana. 

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El cuadro tiene como intención retratar la migración de los años más recientes a Chile especialmente de migración que llega a la ciudad capital y se disgrega por la zona meteopolitana que abarca regiones muy extensas de campo, de personas que proceden mayoritariamente de Haití y Venezuela.

 Trabajé en varias oportunidades con compañeres de esos paieses en varios proyectos en municipios pequeños en varias regiones del país. En algunos municipios se habia presentado casos de violencia xenofóbica años atrás. 

La diáspora imprime su propio color en el sitio al que llega.

 En muchos casos son comunidades únicamente relacionadas entre sí mismas. Pese a la amabilidad general de la gente del campo el idioma o el clima son igualmente condicionantes importantes. 

Como migrante conozco la sensación de  vivir, de trabajar, de sembrar, lejos de casa con el calor de hogar muy distante y con cables desconectados en las torres. 


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